Los damnificados por el incendio en el barrio José María Córdoba, al norte de Bucaramanga, regresaron esta mañana al lugar en el que hasta ayer estaban edificadas sus casas. Algunos pasaron la noche entre las cenizas y debajo de carpas improvisadas para cuidar su pedazo de tierra.
Sonia Niño, por ejemplo, asegura estar desvelada, no ha dormido casi, pasó la noche debajo de un plástico que le ofrecieron, pues no tiene a nadie que le brinde techo, por lo menos para descansar un poco.
Aunque no hubo víctimas fatales y del incendio solo queda el olor a humo, la tristeza está intacta, durante el día los afectados solo han podido pensar en que, ayer tenían lo que para ellos era todo y, hoy, amanecieron sin nada.
Quizá fue Mario Andrés el que sintió la muerte más cerca, tenían las llamas a su espalda y nada podía hacer, porque su discapacidad se lo impedía, hoy le debe la vida a su esposa, quien tiene las marcas del incendio en su piel.
En una de las casas vivían más de una docena de animales, todos murieron.
Estos ciudadanos continúan esperanzados en que algún día volverán a construir sus casas y vivir en ellas. Los niños del barrio son quizá quienes, en medio del panorama desalentador, le ponen el toque de alegría, intentando remover escombros y buscar entre las cenizas pedazos de cobre, que venden a los compradores de chatarra que abundaron hoy en José María Córdoba.
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