Bucaramanga, 14 de agosto del 2018.
Por: Ximena Herrera Monge
Inmersos en su triste realidad, que los aleja de sus anhelos de formarse académicamente para el futuro, 234 estudiantes del Colegio Integrado Llano Grande (Girón), quedaron atrapados en la magia del séptimo arte. El cine les permitió contar su historia de marginalidad y pobreza. El cortometraje Empecemos con las vocales, los introdujo en la industria cinematográfica, y, de paso, les facilitó denunciar el abandono a que han sido sometidos desde hace mucho tiempo.
Durante mayo y junio 16 niños, bajo la dirección de Angie Carolina Osorio, con el impulso del Ministerio de Cultura, desde el Programa Nacional de Concentración Cultural, con el apoyo de la Fundación Prioridar, realizaron el proceso de preproducción, producción y posproducción audiovisual.
Katherine Tatiana Castellanos Zabala, tiene 13 años y cursa séptimo grado. Es la protagonista y guionista de la pieza cinematográfica que, durante seis minutos, revela la deserción escolar como problemática principal en la vereda Llano Grande.
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Uno de los papeles protagónicos lo tuvo la señora que hace el aseo en el colegio, Marta Almeida, de 43 años. Ella aseguró que no fue fácil interpretar el personaje de la historia. «Siento una mezcla de nervios y emoción al verme ahí, en la pantalla de cine; fue complicado actuar como una madre que no apoya que su hija estudie, pero, al final, lo logré», dice, pues en la vida real se desvive porque sus hijos estudien.
Estos nacientes cineastas, además, participaron como espectadores de la película Pisito trece, este martes, en la décima edición del Festival Internacional de Cine de Santander y más tarde disfrutaron de la proyección del corto. Tal experiencia la describen como algo irrepetible, ineludible e inexplicable.
