Los Juegos Supérate Intercolegiados se han convertido en un trampolín para las nuevas generaciones que aspiran llegar a ser campeones del deporte élite en nuestro país.
Pero también es una forma de trasmitir y aprender valores que van más allá de un título o subir al podio.
María Rivera Pereira es estudiante del grado séptimo del colegio INEM de Bucaramanga, quien hoy a sus 12 años, consiguió su primer título departamental en unos Juegos Supérate Intecolegiados.
Un logro bastante significativo para esta santandereana que inició su proceso hace un año y desde entonces, combina a la perfección sus resultados académicos con el tenis de mesa.
Pese a su corta edad, María tiene muy claros sus objetivos en la vida y cómo cumplir esas metas con las que sueña.
Para sus padres y profesores, María es un diamante por pulir, un ser humano íntegro y digno de admirar que contrasta con la problemática que embarga a miles de niños y jóvenes en el país dedicados al ocio, al sedentarismo y a los riesgos a los que están expuestos constantemente.
Definitivamente los Juegos Supérate Intercolegiados son una motivación al éxito, a los valores y a esos principios, que demandan ser un deportista íntegro.
Un camino en el que muchos comienzan a saborear lo que significa ser un campeón, pues así como María, hay cientos de jóvenes que reflejan en su rostro ese sentimiento de victoria y títulos.
Un ejemplo más es el de Juan Pablo Corredor, un estudiante de San Gil, quien se adjudicó la medalla de plata y festejó con entusiasmo esa sensación que implica ser un campeón.
Sin duda aquí está gran parte del futuro de Colombia, gracias a estas justas que más que otorgar títulos y medallas, forjan campeones de vida, ejemplos para admirar, retoños de la sociedad para un país que, seguramente, tendrá en ellos los próximos campeones de un ciclo olímpico cercano.
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