Luz Marina Ramos no recuerda cuántos años tiene pero sabe que son más de 50. No olvida que vivía en Bogotá pero una de sus hermanas la embarcó en un bus con rumbo a Bucaramanga con falsas expectativas.
Luego de deambular por las calles, un hombre le prestó un Honda Civic en pésimo estado para que pasara la noche. Desde entonces, hace 10 años, el vehículo se convirtió en su refugio permanente.
Luz Marina se gana la vida reciclando. Por eso en su carro, al que ella considera su casa, hay ventiladores viejos, maletas y hasta un árbol de navidad, que cada diciembre desempolva para compartir el espíritu de la nochebuena.
Sin embargo, a algunos de sus vecinos les molesta ver el carro parqueado en las calles del barrio San Miguel, e inclusive los agentes de tránsito la han requerido en algunas oportunidades para que abandone su curiosa vivienda.
Cuan Luz Marina sale a buscar el material reciclable deja el carro con candado, y por las noches mientras duerme en la parte trasera del vehículo, un vigilante le brinda seguridad.
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Ella no sabe nada de mecánica. Aun así, nadie puede entrar al vehículo, a excepción de sus gatos, que son su única compañía.
Para alimentarse compra una sopa diaria, y paga para ir al baño. Su trabajo le deja ganancias diarias no superiores a los 5 mil pesos.
A las 6 de la tarde cierra las puertas y se acuesta a dormir, con la esperanza de que su hermana, algún día, llegue para llevársela de nuevo a Bogotá, como se lo prometió hace tanto tiempo.
Bucaramanga, 5 de septiembre del 2018