La ruptura con Google afecta intereses de la firma, pero el golpe al usuario es moderado, por ahora.
El pasado domingo, comenzó a extenderse la noticia: en virtud de una orden del Gobierno del presidente de EE. UU., Donald Trump, Google anunció que dejaría de vender sus productos a Huawei, con lo cual la tecnológica china se quedaría sin acceso a futuras actualizaciones de Android y, en sus nuevos modelos, sin apps tan populares como YouTube o Gmail.
Pero, al menos en el plano más inmediato, los usuarios que cuentan con equipos Huawei no se verán afectados. Nadie debe temer que sus aplicaciones desaparezcan de su teléfono o que servicios como el navegador de Google dejen de pronto de funcionar.
La instrucción dada por el Departamento de Comercio de EE. UU. afecta a compañías interesadas en venderle sus productos a Huawei y les exige tramitar primero un permiso para tal fin. Por añadidura, la compañía China obtuvo una extensión de 90 días, que quiere decir que nada cambia, por lo menos hasta el 19 de agosto.
Después de esa fecha, suponiendo que no haya un cambio en la posición de Washington, los usuarios de terminales Huawei se hallarían sin poder obtener actualizaciones de Android, lo cual conlleva un innegable riesgo de seguridad.
Finalmente, un contexto necesario. En abril de 2018, la firma china ZTE recibió básicamente la misma sanción que hoy enfrenta Huawei: un veto total a todas las compañías estadounidenses, que se hallaron de pronto sin poder vender compornentes y materiales a la tecnológica.
Cerca de un mes después, el tema se resolvió de la noche a la mañana cuando el presidente Trump ordenó al Departamento de Comercio ayudar a ZTE a volver al negocio con rapidez, tras una conversación con el líder chino, Xi Jinping, en la cual, dijo Trump, se enteró de que el veto estaba costando “demasiados puestos de trabajo” en China.
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A diferencia de ZTE, que era poco conocida en occidente, Huawei es un rehén mucho mayor en la guerra comercial de Trump, pero la jugada de este es de una apuesta riesgosa en la que todas las partes tienen mucho que perder.
Es posible que la tensión lleve a Washington y Pekín a negociar una salida al impasse que tienen ante sí, pero es difícil no pensar en que en el futuro Huawei y otros verán cada vez más atractiva la idea de un sistema operativo que no esté al alcance de las directrices comerciales de la Casa Blanca.