Cada 14 de octubre, el mundo conmemora el Día Mundial de la Donación de Órganos, Tejidos y Trasplantes, una fecha instaurada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para crear conciencia sobre la importancia de donar vida a través de los órganos. Este acto altruista y voluntario representa una oportunidad invaluable para mejorar y salvar la existencia de miles de personas en el mundo.
En ese contexto, la doctora Paola García, nefróloga, directora de educación y jefe de la Unidad de Trasplante Renal del Hospital San Ignacio, y la paciente Sylvia Escobar, historiadora del arte y trasplantada de riñón desde 2015, sostuvieron un diálogo titulado “De la Ciencia a la Vida”, un espacio para reflexionar sobre la realidad de la donación de órganos en Colombia desde dos perspectivas complementarias: la ciencia que hace posible el milagro y la vida que lo recibe.
Una realidad que aún enfrenta grandes desafíos
Según explicó la doctora García, Colombia registró en 2023 una tasa de donación de 7,43 por millón de habitantes, una cifra que, aunque ha mejorado desde la pandemia, aún está por debajo de países como Argentina (17,45) o Brasil (17,7).
Actualmente, más de 4.300 personas esperan un órgano en el país, de las cuales más de 4.000 necesitan un riñón.
“La donación es un acto de amor que no solo transforma la vida del paciente, sino también la de su familia y la sociedad. Un trasplante exitoso reduce los gastos en salud y devuelve esperanza a quienes pensaban que no había salida”, afirmó García.
Entre los retos más importantes —añadió— se encuentran educar a la población sobre la importancia de donar, garantizar un sistema ágil y transparente de asignación de órganos y mejorar la atención de los pacientes con enfermedades crónicas.
La especialista destacó además el papel de la tecnología, que hoy permite aplicar inteligencia artificial para predecir riesgos de rechazo y mejorar los tratamientos inmunosupresores. “El trasplante es un campo que avanza con la ciencia, pero que sigue dependiendo del corazón humano: de la decisión de donar”, concluyó.
Una historia que da vida a las estadísticas
Detrás de cada número hay una historia de esperanza. Sylvia Escobar lo sabe bien. En 2015 recibió un riñón que cambió por completo su destino.
“Cada día con falla renal era una lucha por sobrevivir. La diálisis fue mi salvación y el puente que me permitió llegar al trasplante. Cuando recibí la llamada de que había un órgano para mí, sentí que la vida me daba una segunda oportunidad”, recordó.
Sylvia bautizó su nuevo riñón como Zoé, que significa “vida divina” en griego. “Para mí, representa la vida sagrada que alguien más me regaló. Ser paciente trasplantada implica una gran responsabilidad: cuidar el cuerpo, seguir los tratamientos y vivir con gratitud”, asegura.
La historiadora también hace un llamado al Estado: “La donación de órganos no puede depender solo de la buena voluntad individual. Se necesitan campañas permanentes que informen, eduquen y motiven a donar, porque la vida no puede quedar sujeta al azar ni al silencio institucional”.
Donar es trascender
Tanto la doctora García como Sylvia Escobar coinciden en que donar órganos es un acto de amor y trascendencia.
“Basta con comunicarle a nuestra familia la decisión de ser donantes. Es la forma más sencilla de dejar una huella imborrable en la vida de otros”, expresó la doctora García.
Sylvia, por su parte, envía un mensaje a las familias donantes:
“Su gesto en medio del dolor es una expresión profunda de amor y conciencia social. Gracias a ellos, muchos seguimos viviendo. Donar es una forma de eternizar la vida en otros cuerpos”.