Bucaramanga, 23 de agosto del 2018
El éxodo de venezolanos hacia Bucaramanga es cada vez mayor. Por lo menos unas 100 personas se han instalado en el Parque del Agua en donde viven a la espera de personas bondadosas que les tiendan la mano proporcionándoles una ración de comida. Lo más preocupante es que todos días llegan nuevos grupos de migrantes al lugar.
Elizabeth es una de ella y tiene dos semanas de estar viviendo aquí. Pasa sus días a la espera de que la situación se le componga. En Venezuela se dedicaba a realizar oficios varios, pero el salario ya no le alcanzaba ni para comprar un pan. Llegó a Bucaramanga después de caminar 4 días pensando en nuevas oportunidades.
Vivir a la intemperie no es algo fácil. Imágenes de niños durmiendo entre cajas de cartón arrugan el corazón y evidencian la difícil situación por la que están pasando los vecinos venezolanos, quienes aseguran que desde que salieron de su país viven en medio de la incertidumbre.
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Bajo la lluvia, cuando aparece alguna persona caritativa docenas de migrantes corren a hacer fila y esperar el turno para recibir un sándwich, una papa o un huevo cocido que sus hermanos colombianos les brindan para que puedan calmar el hambre y hacer más llevadera la situación.
Bogotá, Yopal, Tunja o San Vicente de Chucurí son algunos de los destinos que se han fijado, aunque no falta quienes caminan sin rumbo fijo, hasta dónde sus fuerzas y su salud lo permitan.
Esta es, por ahora, una pesadilla sin fin. Y entre tanto, cada vez serán más los venezolanos que llegarán a Bucaramanga y que harán una estación en el parque del agua, lugar al que muchos ya califican como su segunda casa. Eso sí con la esperanza de que algún día los caminos empiecen a conducir de nuevo a su anhelada Venezuela.
